El accidente de tránsito que sufrió el periodista Ezequiel Nova el pasado 4 de mayo de 2025 no solo dejó fracturado su peroné izquierdo, un tobillo destrozado con diez puntos de sutura y tendones afectados, además de múltiples golpes en su cuerpo. Ese accidente también desnudó algo más grave: las fracturas sociales, emocionales y laborales que vivimos en un país donde la solidaridad brilla por su ausencia.
En carne propia, Nova enfrenta no solo el dolor físico y la lenta rehabilitación, sino el trauma emocional de revivir aquel momento, la incertidumbre de si podrá recuperarse del todo y la ansiedad de ver cómo su vida profesional queda en pausa obligada. Y como si eso no bastara, carga con el peso económico de medicamentos, terapias y consultas médicas que muchas veces superan cualquier presupuesto de un trabajador promedio.
Pero lo más indignante de esta historia no es el accidente en sí, sino lo que viene después: la falta de empatía que pueden mostrar algunos empleadores, que en vez de mostrar apoyo y comprensión, piensan en cancelar un contrato como si el periodista fuese un número más en la nómina y no un ser humano que necesita respaldo. Esa actitud revela la cara más cruel de un sistema laboral donde enfermarse o accidentarse equivale a quedar desechable.
A esto se suma un dolor aún más profundo: cuando la propia familia, que debería ser el soporte principal, se convierte en un muro frío, indiferente y ausente. Nada golpea más fuerte que necesitar un abrazo y recibir silencio.
El caso de Ezequiel Nova no es solo el de un periodista accidentado; es el retrato de miles de dominicanos que tras un golpe físico descubren que el verdadero trauma es la indiferencia social. Un país que normaliza la deshumanización, que convierte el dolor ajeno en espectáculo y que le da la espalda a sus propios trabajadores, está condenado a repetir estas fracturas invisibles.
Y aquí va la verdad que muchos no quieren escuchar: en este país, duele más la indiferencia que el golpe del accidente. Duele más que te dejen solo, que te traten como basura laboral y que hasta tu propia familia te cierre la puerta en la cara. Esa es la verdadera tragedia.
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