Por Ezequiel Nova
Lo que pasó en la Zona Colonial no es un simple chisme: es la radiografía de la doble moral y la hipocresía que nos ahogan. Una fiesta–orgía, con supuesta asistencia de un pastor que en los altares vive hablando de pureza y santidad, terminó destapando lo que muchos saben y pocos se atreven a decir: predican una cosa y hacen lo contrario bajo las sábanas.
La Zona Colonial, que debería ser orgullo histórico y cultural, hoy parece más un burdel turístico al aire libre. Ahí no vienen los extranjeros a conocer nuestra historia ni a admirar monumentos, vienen a comprar sexo barato, droga y libertinaje. Y lo peor: todo el mundo lo sabe, las autoridades lo ven, pero miran para otro lado.
¿Y el pastor? Ah, ese es el mejor retrato de la hipocresía criolla. En el día, sermones, Biblia y condena al “pecado”. En la noche, fiesta, tragos y cama. Mientras tanto, a la juventud pobre se le acusa de inmoral, a las mujeres de indecentes por su ropa, y a los barrios se les persigue por ruidos. ¿Y los líderes? Son los primeros en gozar escondidos.
Aquí no hay “ataques del diablo” ni “campañas sucias”: lo que hay es careta rota. La sociedad está harta de farsantes que viven de la fe, del poder o del dinero, pero en realidad son parte de lo mismo que critican.
La verdad es una sola: la doble moral está en orgía pública. Y mientras se siga aplaudiendo el teatro de la hipocresía, seguiremos viendo pastores en fiestas clandestinas, políticos en bacanales y turistas haciendo de la Zona Colonial su motel gigante.
⚡ Si la Zona Colonial hablara, contaría más pecados que una Biblia completa. Y lo peor: muchos de los que gritan “aleluya” el domingo son los mismos que pagan la cama el sábado. ⚡
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