Por Ezequiel Nova
La República Dominicana vive una pesadilla que se repite con una crueldad insoportable: mujeres violadas por grupos de hombres, niños que desaparecen y aparecen muertos, ultrajados y convertidos en víctimas de un mal que no podemos seguir llamando “casos aislados”. No, esto es un patrón, un cáncer social que avanza mientras familias enteras viven con miedo.
No se trata solo de crímenes atroces, se trata de un espejo que nos devuelve la peor imagen de lo que estamos tolerando como sociedad. La impunidad, la indiferencia y la falta de acción contundente de las autoridades han creado un terreno fértil para que estos monstruos actúen, convencidos de que siempre habrá una excusa, un expediente archivado o un silencio cómplice.
¿Dónde está la verdadera alarma nacional? ¿Dónde están las campañas masivas de prevención, la educación en valores, los mecanismos de protección efectivos para los más vulnerables? Porque mientras el Estado sigue en discursos y estadísticas maquilladas, los delincuentes sexuales están cazando a nuestros hijos en las calles, en los barrios, en cualquier esquina oscura que la negligencia deje abierta.
Las familias dominicanas ya no pueden dormir tranquilas, las madres tienen miedo de dejar salir a sus hijos a la escuela, y las mujeres sienten que la noche es un territorio prohibido. Esa es la tragedia: nos están robando la paz y la confianza social.
Este mal no es un simple problema policial: es una emergencia nacional que requiere acción inmediata, justicia ejemplarizante y políticas públicas que protejan de verdad, no con promesas. Porque cada niño asesinado, cada mujer violada, es un grito desgarrador que debería estremecer a todo un país.
RD no puede seguir callando. O despertamos todos, familias, autoridades, medios y sociedad civil, o seguiremos contando muertos y llorando inocentes mientras los monstruos se ríen en nuestras caras.
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