La mezquita y el peligro para el Evangelio en la República Dominicana


 

Por: Lic. Juan Taveras de Oleo

Santo Domingo.– En los últimos años, la presencia y construcción de mezquitas en la República Dominicana ha despertado interés y preocupación, especialmente en una nación que desde sus raíces ha sido guiada por los principios del cristianismo.

La mezquita, o masjid, es el lugar donde los musulmanes oran y se reúnen. En muchos países cumple un papel espiritual y social, pero también ha sido, a lo largo de la historia, un símbolo de expansión religiosa y cultural del islam. Este fenómeno, aunque legítimo en el marco del respeto, debe ser observado con responsabilidad cuando llega a territorios donde el Evangelio ha sido la base moral y espiritual del pueblo.

La República Dominicana es una nación con una identidad cristiana firme, pero en los últimos años hemos visto cómo nuevas corrientes religiosas, ideológicas y culturales buscan ganar espacio en la sociedad, mientras muchas iglesias permanecen dormidas y en silencio.

Defiendo el Evangelio de Cristo

Como psicólogo, comunicador y hombre de fe, defiendo el Evangelio de Cristo por encima de cualquier religión o ideología, porque sé que solo Jesús puede transformar el corazón humano y traer verdadera paz a las familias y a la nación.

El mayor peligro que enfrenta hoy la fe cristiana en la República Dominicana no es la construcción de una mezquita, sino el enfriamiento espiritual de la Iglesia y la permisividad de autoridades ante movimientos que pueden afectar la esencia espiritual del país. Mientras muchos cristianos callan, otras fuerzas avanzan con organización y estrategia, ganando terreno donde el Evangelio ha perdido voz.

Un llamado a Milcíades Franjul y al presidente Luis Abinader

Hago un llamado urgente a Milcíades Franjul, director de Enlace Cristiano, para que su voz y liderazgo se levanten en defensa de los valores del Evangelio, recordando que la misión de la Iglesia es guiar, proteger y despertar a los creyentes de la indiferencia espiritual.

De igual manera, hago un llamado respetuoso pero firme al presidente Luis Abinader y a su gobierno, para que velen por la protección de nuestros valores espirituales y culturales. La República Dominicana no puede permitir que corrientes religiosas o ideológicas externas debiliten la fe cristiana ni distorsionen la identidad espiritual de nuestra nación.

No se trata de intolerancia ni de rechazo a la libertad de culto, sino de discernimiento y defensa de lo que por siglos ha sustentado a nuestro país: el Evangelio de Jesucristo. Esta nación necesita más compromiso con la fe, más unidad en la Iglesia y más convicción en el pueblo creyente.

La República Dominicana le pertenece a Dios, y mientras haya hombres y mujeres que defiendan el Evangelio, ninguna oscuridad podrá prevalecer. Es tiempo de despertar y levantar la voz, porque cuando la Iglesia se calla, otros ocupan el terreno.

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