Ni con Dios ni con el diablo: el juego sucio político de los mercaderes dominicanos en Nueva York


 
Por Bolivar Balcacer

La comunidad dominicana en Nueva York, una de las más influyentes dentro del electorado latino, vive un momento de profunda contradicción política. Muchos de sus dirigentes y activistas se mueven con una peligrosa ambigüedad, queriendo estar “con Dios y con el diablo” al mismo tiempo. Este doble juego —apoyar a todos los bandos según convenga— no solo erosiona la credibilidad colectiva, sino que amenaza con restarle peso político y real a una comunidad que podría ser decisiva en las urnas y que juega con navaja hoy.

La política dominicana en Nueva York se ha vuelto una tragicomedia con olor a traición y sabor a dólares. Muchos de nuestros supuestos “líderes comunitarios” no representan a la comunidad: representan su cartera. Son marionetas que se mueven al ritmo del billete, títeres que aplauden según quién pague el almuerzo. Pretenden ser voces del pueblo, pero solo abren la boca cuando hay una foto o un cheque de por medio.

Y en estas elecciones por la alcaldía, el espectáculo roza lo obsceno. Los mismos que ayer juraban fidelidad eterna a un candidato hoy se visten con la camiseta del contrario, como si la lealtad fuera una prenda de temporada. El transfuguismo se ha convertido en norma, no en excepción. Hoy se apoya a un candidato, mañana al contrario, y pasado se justifica la traición con un discurso de “unidad” o de “buscar lo mejor para la comunidad”. En realidad, muchas veces se trata de conseguir beneficios personales, contratos, empleos o simples apariciones en fotografías de campaña y los mas mediocres no son mas que parasitos sociales.

El resultado es predecible: una comunidad dividida, confundida, usada. Mientras los verdaderos poderes negocian el futuro de la ciudad, los dominicanos seguimos peleando por migajas, por selfies y promesas vacías. Y todo porque nos falta conciencia, Este comportamiento, más parecido a un apandillamiento político que a una acción cívica madura, es un reflejo de un mal mayor: la falta de principios firmes. Sin ideología, sin coherencia, sin compromiso, la política se reduce a un mercado de favores y traiciones. El resultado es una comunidad dividida, débil y manipulable, que pierde respeto ante los ojos de los verdaderos centros de poder.

El Señor fue claro: “Ni fríos ni calientes, porque a los tibios los vomitó”. Y eso es lo que está pasando: una comunidad que se diluye en su propia indecisión. Si no jugamos bien la carta este 4 de Noviembre, lo perderemos todo —respeto, influencia y futuro— por culpa de una dirigencia que solo ve la cartera, no la problemática real de su gente. Solo piensen que los judios son los dueños de la mayoria de esos edificios que hoy ustedes habitan y que la casa Blanca controla lo federal entiendan bien, LA PLATA y a quien nos están vendiendo como bueno siendo malo, es enemigo de los dos puntos señalados, esta es su tarea de conciencia salvo que quieran seguir de masoquista del "cretino" del congreso que no nos representa.

Ya es hora de dejar de ser alcancías con bandera. Dejar de ser eco de otros y convertirnos en voz propia. Porque quien vende su dignidad por un plato de lentejas políticas, termina sin plato, sin lentejas y, peor aún, sin dignidad, y como CHACUMBELE.

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