No, comunicar no es mostrar tetas, culo y genitales


 
Por Ezequiel Nova 

Durante años, la comunicación visual ha sido secuestrada por un atajo fácil: mostrar cuerpo, piel, curvas. Una fórmula gastada que sigue funcionando para atraer la atención rápida, efímera, carente de profundidad. Pero comunicar —de verdad— es otra cosa.

Comunicar no es provocar una mirada fugaz; es dejar una huella. Es construir un lenguaje que cuente, que rete, que incomode, que emocione. Una imagen, una composición o una puesta en escena no valen por cuánta piel exhiben, sino por cuánto pensamiento contienen.

El cuerpo humano no es el problema. Al contrario: es un símbolo poderoso, una herramienta expresiva, política, estética, espiritual. Pero cuando se convierte en excusa, en carnada, en recurso vacío, deja de comunicar y empieza a distraer. Entonces la comunicación editorial pierde su función más noble: decir algo.

Vivimos tiempos donde la saturación visual exige más responsabilidad. Donde el diseño, la fotografía y la dirección de arte no pueden ser solo lindos; deben ser honestos, coherentes, necesarios. Lo editorial no es una pasarela de cuerpos, sino un territorio de ideas. De relatos que incomodan. De belleza con intención. De estética que cuestiona.

El problema no es el cuerpo. El problema es cuando no hay nada más que el cuerpo. Cuando la narrativa se esfuma y solo queda la piel, desprovista de sentido.

Así que no. Comunicar no es enseñar tetas, culo y genitales. Comunicar es pensar. Es elegir. Es construir un mensaje que diga algo más, aunque no grite, aunque no venda a primera vista.

Porque lo fácil es mostrar. Lo difícil —y lo valiente— es decir.

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