¿Quién miente: la Policía Nacional o el periodista Edward Ramírez?


por Ezequiel Nova 

La confrontación entre la Policía Nacional y el periodista Edward Ramírez ha sacado a la luz no solo un posible caso de abuso institucional, sino una situación vergonzosa que se viene arrastrando en silencio: el uso del Estadio Olímpico Félix Sánchez, un espacio público destinado al deporte, como escenario de encuentros sexuales clandestinos a altas horas de la noche.

El periodista afirma que fue víctima de agresión policial mientras realizaba ejercicio en el olímpico a altas horas de la noche . La Policía, en cambio, lo señala como sospechoso en un lugar ya cerrado,negando cualquier maltrato y reportando que fue encontrado con dos hombres saliendo de una parte oscura y en actitud dudosa.

Ante esto, hay dos verdades incómodas que deben decirse con claridad:

Primero, es inaceptable que un espacio público, mantenido con los impuestos de todos, se haya convertido en un centro de prácticas sexuales sin control, al margen de la ley y bajo la vista gorda de las autoridades. Eso no tiene que ver con orientación sexual: tiene que ver con orden, respeto, y uso correcto del espacio público. Si la Policía lo permite, está fallando. Y si lo reprime con violencia, también.

Segundo, el periodismo no está por encima de la ética. La labor del periodista es denunciar, fiscalizar y contar lo que otros callan, pero eso debe hacerse con rigor, con pruebas y con un sentido de responsabilidad. Si Edward Ramírez usó el tema para ganar exposición sin el debido cuidado, debe rendir cuentas. No todo lo que se graba merece ser publicado, y no todo lo que se denuncia justifica una conducta temeraria.

A los periodistas les toca hoy más que nunca proteger su credibilidad, cuidar su integridad moral, y no cruzar la línea entre informar y provocar. Cuando el periodismo se convierte en espectáculo, pierde su fuerza. Pero cuando es honesto, riguroso y valiente, se vuelve indispensable para la democracia.

A la Policía Nacional, le corresponde urgentemente revisar sus métodos. No se puede proteger el orden con brutalidad, ni defender la ley violando derechos humanos. Si al periodista se le violaron sus derechos, eso debe investigarse y sancionarse. Pero si mintió o exageró, también debe establecerse con claridad.

La sociedad dominicana merece algo mejor que un cruce de acusaciones. Merece instituciones fuertes, periodistas responsables, y espacios públicos seguros. Pero sobre todo, merece la verdad. Y esto solo se alcanzará si cada quien asume su rol con decencia, no con arrogancia , ni manipulación.

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