Jet Set: Seis meses después, el silencio es más fuerte que la verdad


 
Por: Ezequiel Nova 

Han pasado seis meses desde la tragedia del desplome del edificio de Jet Set, un suceso que cobró vidas valiosas, dejó niños huérfanos, familias rotas y un país conmocionado. Lo que en un principio se presentó como un hecho que sería esclarecido con rapidez, hoy se ha convertido en uno de los casos más oscuros y silenciados de la historia reciente.

Las autoridades prometieron investigaciones exhaustivas, informes técnicos y justicia para las víctimas. Sin embargo, la realidad ha sido otra: el dinero, el poder y las relaciones políticas han prevalecido sobre el dolor y la búsqueda de la verdad. La estructura colapsada fue desmontada en tiempo récord y sus restos retirados sin que, hasta la fecha, se hayan hecho públicos los resultados de los estudios que debían determinar la causa exacta del desplome.

La ausencia de transparencia, la falta de información oficial y el manejo opaco del caso han alimentado la percepción de que se está encubriendo algo más profundo que un simple fallo estructural. La opinión pública tiene derecho a saber qué ocurrió, quiénes son responsables y por qué no se han establecido consecuencias.

La tragedia del Jet Set no solo dejó víctimas humanas, también dejó en evidencia las debilidades institucionales, la fragilidad de los procesos de supervisión y la impunidad que protege a ciertos sectores privilegiados. Cuando la justicia se aplaza, cuando la verdad se esconde y cuando el Estado guarda silencio, se envía un mensaje peligroso: en la República Dominicana, la vida de los ciudadanos puede ser negociada en los pasillos del poder.

A seis meses de los hechos, no hay culpables identificados, no hay explicaciones técnicas oficiales y, sobre todo, no hay justicia para las familias que aún lloran a sus seres queridos. La memoria de las víctimas merece más que homenajes simbólicos: merece respuestas claras, responsabilidades asumidas y un compromiso real con la verdad.

La tragedia del Jet Set no debe quedar en el olvido. Callar es ser cómplice.

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